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Semillas

  • Nos enseñan cosas bellas las flores.

     

De la película «Alice in Wonderland» de Disney.

 

 

Por Luciana P.

13 de mayo de 2023

 

Queride hije:

No sé exactamente cuándo, pero tiempo después de empezar con los tratamientos de fertilidad, me empezó a gustar la jardinería. No fue consciente ni tampoco casual la afición por plantar semillas y verlas crecer. Veo la maravilla de la vida y el secreto de la fertilidad cuando planto una semilla y crece o cuando planto diez y crece una o ninguna. 

El médico que me hacía las ecografías para las inseminaciones era amigo del Dr Paul y me contó que a Paul le gustaba la jardinería y no me pareció fortuito.

Planto: la parte de arriba de un hinojo, la corona de un ananá, semillas de tomate, morrón, limón, mandarina. Las planto, las riego, las veo crecer, les hablo y las toco. 

La planta de la batata es hermosa; cae para abajo como una cascada y las hojas tienen forma de corazón. Dicen que es mala suerte tener una planta de batata en la casa, pero a mí me alegró el departamento durante la cuarentena.

Las semillas del morrón se escabullen por toda la cocina. La planta crece rápido y dura poco. Varias veces dio unos frutos pequeños y verdes, que no se pueden comer; el ciclo todavía no se cierra. 

Una vez congelé las semillas de una papaya: eran muchas, grisáceas y cubiertas de un gel pegajoso. Me hice la que  «ya sé de criopreservación» y las metí en el freezer. Cuando las descongelé y planté, no crecieron. Fue una idea ridícula.

Melina, mi exjefa, me regaló un tulipán blanco para un cumpleaños. Los tulipanes crecen y florecen solo en invierno; el resto del año el bulbo vive en estado de latencia. Busqué cómo conservar el bulbo en un tutorial de YouTube, pero no lo terminé de ver: no tengo paciencia. A mi manera lo cuidé y la temporada siguiente lo planté, pero no creció. Todavía está en tierra. Estoy segura de que cuando menos lo espere va a brotar. 

Con Melina ya no trabajo. Cambié de colegio y ahora soy yo la directora.

Para el feng shui no se puede tener cactus dentro de la casa: pinchan el aura protectora. Tengo uno adentro porque en el balcón se estaba quemando. Lo entré y no paró de crecer en la cocina.

La flor de la calabaza es grande, naranja y gruesa. Le saqué fotos sobre la palma de la mano para que se dimensionara el tamaño y la belleza del color.

La papa floreció el día de la primera transferencia embrionaria y, por supuesto, lo leí como una señal.

Tuve una suculenta que solo floreció una noche una flor blanca y desproporcionadamente grande, tan grande que se veía doloroso.

Las violetas de los alpes no tienen rico perfume y les gusta el frío. Pareciera que los pétalos crecen para atrás. Me regalaron unas cuando vivía en el departamento de la calle Wineberg y las regué durante todo el verano con agua con hielo. Cuando tuve que viajar, se las dejé a la abuela Gilda, las agarró un granizo y las destrozó. Quizás la abuela se hinchó las bolas y las tiró. La abuela Gilda hace ese tipo de cosas. Ella tampoco tiene paciencia.

En «Alicia en el país de las maravillas» -la única película de Disney que tengo en DVD-  las flores hablan, cantan y creen que Alicia es una flor o una hierba. Alicia es mi princesa preferida: es soñadora, está un poco loca y no tiene un príncipe que la rescate.

Tengo un berretín especial con los carozos de palta. Son gordos, suculentos y se ven fértiles. Se abren obscenamente al medio para que salga una raíz y un tallo a la vez fuertes y endebles Tengo cinco plantas de palta en la cocina y cuatro semillas que no me digno a tirar o plantar. Gise, que trabaja en casa, me carga por tantas paltas. De las que están en el limbo entre ser desechadas y plantadas, hay una que es imperfecta, más chica, tiene una forma extraña y una rebarba o un excedente de un lado. No podría deshacerme de un embrión de calidad regular y no puedo deshacerme de esta semilla.

Mi balcón nunca está tan prolijo como el de mi vecina, Nidia. Cada una de sus macetas tiene un platito debajo para que no se chorree el agua cuando las riega. Cuando veo el mío medio caótico, quiero pensar que se parece al jardín de los nenes de la novela El Jardín Secreto: desbordado, desprolijo, sin lógica ni orden, pero sumamente bello.

La abuela Rosa tenía una planta de frambuesas; las sacaba, las ponía arriba de las tortas y teñían el merengue italiano de un rojo suave. Solo a ella le salía tan bien el merengue. Recuerdo con nitidez los dedos de la abuela arrancando cada fruto. A veces decoraba las tortas con una rosa. Forraba el tallo con papel aluminio y lo clavaba en el bizcochuelo. La abuela Rosa tenía dedo verde. Jenny, la médium que consulté, me dijo que la abuela me está acompañando en la búsqueda de mi bebé. Yo la tengo en una foto con imán en la heladera, mirando hacia las paltas.

Mamá 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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