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Carta a mi donante

Anónima

 

 

 

Querida mía:

 

Cada vez que pienso en vos, donante de los óvulos que me permitirán ser mamá, me emociono y quiero correr a abrazarte y agradecerte semejante regalo. Rezo por vos, deseo desde lo más profundo de mi ser que estés bien, sana y en paz. También rezo por mi doctora y la bióloga que formará el embrión. Pero más por vos, donante, que no te conozco ni me conoces, y tal vez nunca nos conozcamos; sin embargo, siento que estaremos conectadas de por vida. 

 

Me gustaría conocerte, pero a veces prefiero que no. Me da miedo lo que pueda llegar a sentir al verte en persona. Todos los temores afloran: ¿Y si mi hija es más parecida a vos que a mí? ¿Si alguien del entorno se da cuenta y empieza a comentar y a preguntar? ¿Si mi hija se entera antes de que yo le diga que fue concebida por un óvulo donado y no mío? ¿Y si no me quiere o me rechaza, o no llegamos a entablar un vínculo de madre e hija? 

Por otro lado, también pienso que ese vínculo suele ser conflictivo aún en casos de madre e hija “biológicas”. 

 

No sé por qué me hago tanto problema. Todos cargamos con cuestiones psicológicas y familiares, sea la familia que nos haya tocado. El vínculo creado por la sangre no garantiza amor, ternura ni responsabilidad. Tampoco garantiza que nos vayamos a querer y cuidar mutuamente de por vida. Solo implica saber un origen determinado, tal vez una explicación a nuestros interrogantes relacionados al “de dónde venimos”, “quién nos trajo a este mundo” y “por qué”. Otros dicen, que los hijos eligen a sus padres. Entonces, en los casos de reproducción asistida con donación de gametos, el hijo o hija, ¿A quién elige como madre? ¿A la donante? ¿A la gestante? ¿Cómo funciona esa elección? ¿Elegirá a ambas?

 

Cuando fuimos a un banco de óvulos en Buenos Aires, con J., mi marido, nos mostraron plantillas con perfiles de donantes, que no tenían datos identificatorios por supuesto, pero sí otros datos como el signo del zodíaco, hobbies, preferencias y gustos en general. También de qué trabajaban o qué estudiaban y, lo más importante para mí, el por qué habían decidido donar óvulos, qué era lo que las había impulsado a tomar esa decisión. Algunas escribieron que tenían familiares o amigas que habían pasado por estos benditos tratamientos de fertilidad y que eso las motivó a solidarizarse con otras mujeres en esta búsqueda. Leer esas respuestas me emocionaron y terminaron de convencerme.

 

Estimada donante, quería decirte: Gracias, siempre voy a estar agradecida con vos. No te conozco ni sé quién sos, pero siempre te voy a llevar conmigo, en mis pensamientos y en mis rezos para que estés bien. 

 

No te pinchás, ni tomás hormonas y medicación, tampoco te hacés estudios, muchos invasivos, por dinero. Saber que mi hija tendrá alguno de esos sentimientos de solidaridad para con el otro en la sangre, me da paz, me alivia. Ojalá todo lo que desees se te cumpla, como a mí se me cumpla este deseo del que no veo las horas de que se haga realidad.

 

Gracias por tus tiempos que se acomodaron a los míos, gracias por tomar la decisión y por no arrepentirte. 

 

Porque no habrá nadie que haya sido tan generosa conmigo en este mundo y a quien no podré agradecerle lo suficiente en esta vida.

 

 

 

 

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