¿Qué necesito de los otros?
Por V.
Hoy me piden que escriba sobre qué necesito de los otros y cómo puedo generar que eso suceda.
La primera pregunta que me surgió fue: ¿quiénes son “los otros”: ¿los médicos?, ¿mi pareja?, ¿los amigos?, ¿los colegas?, ¿los clientes?, ¿los padres?, ¿los tíos?, ¿los primos?, ¿la gente que me cruzo en la calle y con la que trato a diario cuando voy a comprar o hacer algún trámite?, ¿los empleados de la clínica?, ¿los empleados de la obra social?, ¿mis suegros?, ¿mi cuñada?, ¿la psicóloga?
Sorprendente la lista de “los otros” y a su vez cada grupo de “los otros” se ve integrado por varios “otros” que lo conforman.
“Los otros” son tantos otros. Inmensa lista y, sin embargo, me siento tan sola con mi dolor en este proceso.
Comencé este proceso muy decidida, feliz, entusiasmada, totalmente segura que nada iba a contaminarme y quitarme la felicidad.
Acepté el proceso, acepté los estudios, acepté las inyecciones, acepté el manoseo permanente de un sinfín de médicos, técnicos y enfermeros. Siempre con el claro objetivo y sintiendo que todo iba a salir bien. Nada iba a apagarme.
Ovodonación: sinónimo de duelo y esperanza para lograr la maternidad.
Jamás pensé que la palabra maternidad y duelo iban a encontrarse en un mismo proceso; y menos, aún, en la misma oración.
Derrumbamiento, llanto, angustias, reproches y autoreproches, enojos, ira, desesperación y una búsqueda desesperada e inútil para encontrar la solución a la infertilidad.
Esperanza, premio consuelo, aceptación, siguen las angustias y reproches, ira, llantos quietud y nuevamente otra vuelta en una montaña rusa que parece no terminar. ¿Terminará algún día?
Hoy me preguntan qué necesito de “los otros” y pienso: que se callen, que se queden quietos. Demasiado ruido y movimiento hay en mí. Necesito calma, silencio. O tal vez más ruido. No lo sé.
Difícil saber qué necesito de los otros cuando habita tanta inestabilidad en mí. “Los otros” no pueden adaptarse a mi inestabilidad. Tampoco exijo que comprendan mi dolor. No es el dolor de ellos, es mío, solo mío y de nadie más.
Cuando me tocó atravesar el duelo por la pérdida de un ser querido alguien me dijo “el dolor no se va más. Vas a aprender a convivir con el dolor, pero no se va a ir”.
Me aterra pensar que este duelo también sea así. ¿Cómo puede ser que duelo y maternidad vayan de la mano? ¿Cómo se transita? ¿Cómo se transforma?
Sería pretencioso exigir que “los otros” elijan cuidadosamente sus palabras y gestos para dirigirse a mí.
Cállense, no me hablen, no me miren, no me juzguen, no se rían. Tampoco me tengan lástima, no pregunten. Este dolor es mío y estoy buscando cómo transformarlo.
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